Es posible, tal vez,
que la paciencia, como el agua,
se me escape a canales entre los dedos,
que los himnos de libertad me latan en las sienes,
que ya no soporte el brutal desenfreno de los mercados
ni la estulticia insuperable
de los amputadores de ilusiones que nos gobiernan
y de la casta acomodada que los sostiene,
que mi corazón grite basta con cada latido
y la razón me diga que ya está bien,
que no espere más
porque la hora, amigos, es ahora.
porque la hora, amigos, es ahora.
Es posible, también,
que los que se confiesan adeptos del "no sabe / no contesta"
sean sólo mentirosos compulsivos
y que los cantos de sirenas de los telediarios
atraigan las naves, de los Ulises acomodados, a su escollera,
pero yo oigo los gritos de las tumbas
que les abren cada día
a los sueños derrotados por el paro,
o el llanto desolado de las escuelas torturadas
por la sierra inquisitorial de un decreto ignominioso y elitista,
o el desgarrador grito de una sanidad mutilada
por el bisturí caprichoso y delincuente
de una casta política corrompida hasta la médula,
pero también oigo,
en contraposición a la indignada indignación de otros,
en contraposición a la indignada indignación de otros,
el silencio cómplice y cobarde
de unos jóvenes que amortajan su futuro
atrincherados en la resaca de unos botellones
que agostan su incipiente primavera,
sin pensar que entretanto
bucaneros impecablemente vestidos de Armani
les roban el horizonte a sus miradas.
Es posible, quizás,
que todo esto sean sólo elucubraciones
de este loco alfarero de versos,
de este inadaptado antisistema
pero de lo que no existe duda alguna
es de que éste también es un poema de amor
que no es capaz de olvidar
las mañanas conquistadas con esfuerzo
a la negra noche enloquecida,
y hoy deberíamos saber que
o alguien se sube a la locomotora
y pone este puñetero tren en marcha
en busca de nuevos amaneceres
donde recolectar el néctar de los sueños
o el andén se nos acabará llenando, sin remedio,
de famélicos muertos de hambre.
©
~ Antonio Urdiales ~ 2012